lunes, diciembre 12, 2005

Shenmuere


Decidido a comprobar las lindezas de un juego que roza lo legendario, me dejé convencer para albergar bajo mi gran ala –y mi gran televisor- una Dreamcast con el Shenmue y su secuela. Recuerdo una review de un programa de televisión en que me quedé anonadado por la calidad del juego, así que conecté la consola, confirmé que mi tele tiene mal la entrada RGB y me puse a jugar. He jugado dos veces, lo que vienen a ser las seis primeras horas de juego y ya me encuentro en disposición de hacer una crítica bastante personal, pero no por ello menos cierta.

Sólo me han bastado dos sesiones de juego para dejármelo, y soy consciente de que no se puede analizar un juego de manera justa sin haberlo jugado entero, pero el hecho de que me desesperase en tan temprana parte del desarrollo dice mucho de un juego. Shenmue ha envejecido mal. Para empezar gráficamente sorprende que sorprendiera en su momento. Creo que sorprendió a aquellos que no podían comprar con máquinas equivalentes, porque sin ir más lejos el mono del Black & White –otro juego que se las trae, pero que es contemporáneo y le da tres patadas- tiene más expresividad que nuestro vengativo protagonista. Los defectos del motor gráfico, en parte compensados por un trabajo en detalle de los grafistas, no se quedan en la expresión ni son justificables por la potencia de la máquina, que da bastante más de sí: la falta de polígonos –ser un porteo de una máquina anterior no justifica nada-, la calidad de algunas texturas –sangrante en el hecho de que algunas sean del protagonista, que luce una y otra vez una camiseta borrosa y un borroso símbolo americano-, el poping –de lo más sangrante-, los pobres efectos meteorológicos, la inexplicable ralentización en algunos momentos y por último la caída del antialiasing. Todos sabemos que el antialiasing, como el framerate, es uno de los recursos de los que tira todo sistema cuando anda falto de recursos, y ambos caen cuando la máquina necesita potencia. De ese modo casi siempre que estás en movimiento aparecen bordes más dentados que cuando no. No se si será cosa de que tengo la entrada analógica para la Dreamcast –AV- y estoy acostumbrado a la calidad digital de mi PS2, que está conectada por el S-Vídeo, que viene a ser una entrada VGA o parecido. El caso es que cuando Ryo se pone a correr, con la animación más ortopédica que se ha visto desde el Strider, las sierras que aparecen son de dedo. Y hablando de animaciones, el juego parece animado por un niño de seis años jugando con un Master del Universo. Recuerdo un tipejo que no paraba de mover los brazos como si tuviese Parkinson en estado terminal, mientras me soltaba su rollo, y el muy desgraciado era peluquero.

¡Ah! Pero cuán soportable se hubiese hecho la aventura de quedarse todo en una obsolescencia gráfica. La ortopedia en los movimientos se ha trasladado fielmente al control del protagonista que, manejado con el pad digital a pesar de estar programado par una consola que lleva de serie el analógico, hace lindezas como dar un paso antes de girar a cualquier lado –con lo que en los espacios estrechos como tu casa se va topando con las paredes- y fijarse automáticamente en una persona u objeto, con lo que tienes que hacer virguerías para conseguir enfocar donde debes –algo que añade más tedio a el conjunto-. Y controlamos –a penas- un personaje ortopédico en un escenario ortopédico, donde las cargas están a la orden del día, y no existen atajos en Shenmue, nada de puertas mágicas ni nada que pueda restar realismo. Cruzas paraje tras paraje y casi tarda más la carga de lo que tardas en cruzar ciertas zonas. Zonas que vas a cruzar una y otra vez, porque al cabrito de Suzuki le pareció descojonante que el tío se fuese a la cama a las once y media de cada noche, con lo que vas a pasar por la puerta de tu casa hasta la exasperación ¡y yo sólo jugué unas horas! Hablando de horarios, los horarios son una tocada de pelotas. Si tu investigación te lleva a determinados establecimientos que abren por la noche te tienes que aguantar y esperarte todo el día. Día que te pasas en los recreativos jugando –porque hablando no va a ser, que el protagonista sólo le dice lo mismo a todo el mundo aunque sepa que para buscar ayuda tiene que esperar- a lo que es una sutil metáfora del Shenmue: el Hang On. Un juego con unos gráficos desfasados y con sus propias leyes absurdas que hacen de cada partida una experiencia frustrante. Tardé en darme cuenta pero la similitud no puede ser casual. La frustración acumulada por el pobre desarrollo del juego no podría ser desfogada en los recreativos ¡hasta ahí llega la vileza de Yu! De modo que sales diez horas del juego más tarde de los recreativos con el mismo ardor de estómago con el que entraste, sino más. Y es hora de darse prisa con la investigación nocturna, no vaya a ser que te den las once y media dando vueltas y te vayas a casa para no preocupar a tu decrépita criada. Enlazando de nuevo desgracia con desgracia, ya que he mencionado las investigaciones, desarrollo fundamental del juego, he de decir que no he visto nada tan absurdo desde las aventuras gráficas de principios de los noventa –usar pato con oveja y tal, no se si os acordaréis o vuestro cerebro ha inhibido los malos recuerdos-. Justo antes de darme cuenta de que lo estaba pasando mal al mando de ese juego mi investigación iba tras el rastro de un marinero-motero con tatuaje. Yo sabía de mis tediosas esperas que había moteros en los recreativos –a esa hora los de la tienda de motos no estaban- aparte, uno de ellos lleva un tatuaje en el brazo, como el tipo al que busco. Pero el juego no me escupe más que insultos cuando hablo con ellos. De modo que me voy a ver al moñas de mi amigo –al día siguiente claro, que esa noche el también se había acostado- que está en la puerta de la tienda de motos. Le pregunto y me remite a un vendedor de chaquetas, que no puede ayudarme, y tras pasarme otro tedioso día dando vueltas por la misma calle –Ryo considera que irse más lejos sin haber preguntado es una pérdida de tiempo, luego ahí te quedas nene- me encuentro con un viejo que me enseña un movimiento tipo Virtua Fighter. Después un macarra me conduce a una trampa en la que por primera vez en el juego luchas. Y cuando luchas rodeado de seis tíos tus sospechas se hacen realidad. Meter el sistema de VF en la lucha callejera es una maldita mala idea. Malísima. El control de ya de por sí ortopédico y lento se hace confuso al tener varios blancos a los que abates sin mucho tino en un combate sin dinamismo y frustrante –algo así como los defectos de la saga Virtua pero acrecentados-. He visto peleas del final del juego en la partida que jugaba mi amigo y el sistema no promete evolución alguna más que el conocimiento de ciertos golpes nuevos. Para ser más concreto Yeah se dedicaba a abatir a todos los enemigos con una patada voladora que ejecutaba mecánicamente. A todo esto que tras vencer a esa escoria le pregunto a uno con tatuaje donde se lo había hecho, y me remite a los moteros de los recreativos. ¿Sabéis? El protagonista, Ryo, lleva siempre cara de pocos amigos, y no la cambia casi nunca, por eso de que le han matado al padre y tal, pero seguro que parecía Sor Citroën comparado con la cara que llevaba yo al dirigirme a los moteros de los recreativos a los que había intentado interrogar desde el principio. Menuda vuelta estúpida. Y ¡oh, sorpresa! Ahora si me hablan, es más, se me juntan y todo. Los tíos. Dicen que me echan un cable si me uno a su banda. Como eso me sonaba a más palos para probar mi valía y tal les mandé a tomar viento. Me fui a un bar y una tía de que no aparece en N-I-N-G-U-N-A de las pistas anteriores –peor que lo del pato y la oveja, es como si el pato no sirviese- me da la clave para el enigma. Resulta que el tipejo que busco debe haberse hecho el tatuaje cerca. Como si un tatuaje no te lo pudieses hacer en otra parte, él que es marinero. En fin. Tengo que ir a no se dónde. No me suena el sitio. Saldré de la calle. Por fin veré parajes nuevos. Ryo dice “No creo que sea buena idea salir sin haber preguntado a todos” O sea, que el sitio ese es de por aquí. Hay un jodido pintor de tatuajes por donde he pasado mil veces y ni me he dado cuenta ¡Venga ya! Ryo dice “A la cama campeón” y ese es el acabose. Ese idiota al que le han matado el padre ya no te merece ninguna piedad, con sus choques en las paredes, sus preguntas estúpidas, su estilo de lucha a lo Akira del Virtua Fighter y sus horarios de párvulo. De modo que me puse el pijama, desconecté la Dreamcast, la empaqueté dispuesta a ser devuelta y me acosté. Porque si tal y como promete mi amigo me esperan ochenta y cuatro horas más de eso, creo que me quedo sin jugar a esa saga sin ningún remordimiento de conciencia.

En definitiva, es un juego para enfermos del completismo o para gente que todavía no haya visto nada más que juegos de Saturn –los jugadores de PlayStation también lo consideraran aberrante si tenían un Dual Shock-. Me pregunto si ha envejecido o ya era tan insoportable en su época. Siempre me quedará la duda. Es una lástima que esta página no sea popular porque de serlo este artículo habría congregado una legión de seguidores –y detractores- de Sega que inflamarían cada comentario dejado en el blog. Y quieras que no eso siempre da mucha vida. Hablando de comentarios forales -y cambiando de tercio-, cualquiera que haya leído en foros que Sony mentía con los vídeos de la PlayStation3 porque ya lo hicieron con la anterior, que se bajen los vídeos de la PS2 y juzguen por sí mismos si al final tenía o no ese potencial. Que hubiese un tiempo en que eso fuese considerado CG es casi tierno.

Yeah!

Sigo buscando estilo, de momento este es rápido...