viernes, octubre 07, 2005

Publicidad subliminal


Los (el) que me hayan leído recordarán el sueño febril descrito en Diario Desde el Cabo (y II). Ahora bien, ayer me pasé toda la tarde hablando con mi amigo Bili sobre televisores de alta definición. Complemento indispensable para la nueva generación. No poseer uno de estos es como usar un ordenador con una GeForce 7800 con un monitor VGA de 640x480. Lo cual resulta a todas luces ridículo, y sin embargo nadie se plantea seriamente cambiar de televisor junto con el cambio de consola. Lo cual no es de extrañar. Un monitor muy correcto vale aproximadamente de entre diez y veinte veces menos que un televisor de alta definición. Estuvimos hablando de los factores clave: la entrada HDMI, el tiempo de respuesta, la definición, el escaneado, las diferencias entre el plasma y el LCD TFT. A su vez consultaba más y más páginas para encontrar el producto ideal que jamás llegaría a poder adquirir -o al menos en un plazo de tiempo no inferior a un año de ahorro austero- y comparaba productos de distintas marcas y modelos en diferentes buscadores y páginas de fabricantes. Comentamos lo muy desinformada que está la gente a la hora de soltar alegremente 3.000€ por una pantalla. Aunque hay que admitir que reunir la información necesaria, incluso con Internet, es difícil. Una tarde temática de pantallas panorámicas.
Esta mañana tras apagar el despertador me he quedado durmiendo, ¿y con qué he soñado? Los que estén pensando en el modelo KLV-S26A10E de Sony –cuya foto acompaña a este artículo- han fallado de lleno. Soñé que me regalaban una PlayStation 3. ¡¿Que clase de publicidad subliminal introduce Sony en los renders de sus juegos como para afectar tan profundamente a mi subconsciente?! ¡He soñado dos veces con esa consola! Es la primera vez que me pasa esto. No suelo recordar mis sueños, y los que recuerdo suelen ser incoherentes. Pero ahí estaba yo, de nuevo, recién levantado, y con la agradable sorpresa de una flamante consola de nueva generación recién importada de Turquía –que por algún motivo la recibía antes que España-. Y de nuevo me vi configurando la máquina. “[Respecto a la mejora en los juegos de ediciones anteriores de PlayStation] La Playstation 3 puede cargar una textura en la caché del sistema, editarla varias veces hasta haberla optimizado, y después mostrarla como default” Esto sin duda es parte de la propaganda fascista del señor Kutaragi, en la que se decía que tanto vídeos como imágenes se podrían subir al espacio personal de cada usuario en la red para que el Cell los fuese refinando para obtener más calidad. Mi subconsciente debió pensar que sería fantástico que hiciese algo parecido con las mediocres texturas de la PS2. Y ahí estaba el menú que te permitía seleccionar “Bucle” en el número de veces que editaba la textura antes de mostrarla. Y lo siguiente que se me ocurrió es llamar a Yeah para comentar el aparatito.
No recuerdo un día en toda mi vida en el que me haya costado más levantarme. No por sueño, si no porque el contacto con la realidad fue como una caída sobre el asfalto. No un asfalto elástico como el del programa de salto de Matrix. Un asfalto marmóleo y gris. La estancia en la universidad ha sido agónica y el contraste con la felicidad y la ilusión era descorazonador. Lo peor de todo es que al igual que en el otro sueño, en este se me ha revelado otro deseo que ignoraba, el de tener la consola a toda costa, porque estaba deseando conectarla a mi televisor tradicional, a pesar de la tarde que había antecedido a ese sueño. En fin, no se puede menos que felicitar a los publicistas de Sony por implantar en mis neuronas unas ideas tan obsesivas en apenas dos ferias de videojuegos.

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